Me robaste la noche,
y con ella,
todas las constelaciones que brillaban en mi pecho.
Ahora solo queda un cielo vacío,
una superficie desgarrada
donde antes escribíamos promesas con estrellas.
Te llevaste los sueños,
y ahora mis párpados guardan
ilusiones que nunca florecerán.
El insomnio, ese visitante amargo,
recorre mis horas lentas,
convirtiendo el alba en un reproche,
la almohada en testigo de mi derrota.
Me confiscaste mi alegría
y hoy mi mirada es una tumba
de fantasías que nunca despertará.
El desvelo, ese ladrón silencioso,
se pasea por mis horas,
transforma la luz en un suplicio,
mis sabanas en un campo de batalla.
¿Qué fue de aquellas palabras
que tejíamos en la penumbra?
¿En qué grieta del tiempo
se perdieron los abrazos pendientes?
Hasta el rumor de tu risa se hizo polvo,
y yo, necio entre las ruinas,
buscando huellas de un fuego
que solo existe en mi nostalgia.
¿Dónde están las canciones
que sonreían entre nosotros?
¿Donde se perdieron los besos que no dimos?
Y yo,
revolviendo los escombros
navegando sobre algo que ya no es.
El desamor no es solo un adiós,
es distancia
es un saqueo lento y cruel:
te llevas el calor de las mañanas,
te llevas el aroma de las tardes,
la complicidad de los secretos,
el refugio de la lluvia compartida,
hasta el sabor del café
que ya no endulzo,
porque sin ti,
hasta la miel sabe a soledad y
despedida
Y aquí permanezco,
con las palmas abiertas al vacío,
acunando sombras que se desvanecen,
fingiendo que los días borrarán
esta cicatriz que me atraviesa.
Y sin embargo,
aquí sigo,
con el alma llena de nada,
acariciando fantasmas,
mintiéndome que el tiempo lo cura todo.
Pero los días no sanan, no curan
solo enseñan a morder el dolor, a sangrar
a habitar y convivir con este hueco
donde antes latía tu nombre,
que dejó un golpe en mi costado.
Porque el amor, cuando se va,
no se lleva solo el corazón,
huye y arrastra todo
se lleva los colores, sus matices
los silencios cómplices,
hasta la certeza de que el mundo
podía ser un lugar menos frío,
sin tu calor no podrá vencerse.
Juntos para comerse e mundo
distantes vulnerables
Y ahora,
solo soy un faro apagado, opaco
alumbrándole a nadie,
mirando cómo pasa la vida
sin detenerse en mí.