Te fabriqué excusas, amor con vendas,
te defendí incluso en la mudez más honda,
llamé paciencia a lo que era condena
y me quedé, aun cuando todo me expulsaba.
fui abrigo cuando tú eras hielo,
fui la voz que callaba sus gritos
para no ahogar la esperanza en lamentos.
Te ofrecí lo mejor de mi alma rota,
la parte que aún creía en milagros,
la que curaba tus grietas en silencio
como quien ama con los ojos cerrados.
Pero crecí…
como crece el árbol que deja de temer al viento,
como crece la piel que ya no acepta espinas
por más que vengan disfrazadas de caricias.
Hoy no me reconozco en aquello que fui,
pero la abrazo porque fue grande,
porque fue noble, porque fue luz en tu sombra
y tú… tú no supiste verlo.
Ahora soy otro.
No por rencor, sino por amor propio.
No por olvido, sino por recuerdo sano.
Porque entendí que quien no me cuida,
no me merece.
Y quien no me reconoce,
no me pierde… se pierde a sí mismo.
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