donde una persona juega con el corazón de aquella que lo ama fiel.
Un actor sin escrúpulos, astuto y manipulador,
que juega con los sentimientos, sin importarle el dolor.
Con voz suave y mirada seductora,
tejiendo palabras dulces, creando una ilusión embriagadora.
El protagonista se envuelve en un manto de mentiras,
jugando con la ilusión de quien le entrega sus días.
Como marioneta en sus manos, la persona enamorada,
se entrega sin reservas, confiada y deslumbrada.
Cada promesa y caricia es como un hechizo envolvente,
mientras el manipulador disfruta del poder latente.
Pero detrás de esa máscara de encanto y dulzura,
se esconde un ser vacío, sin alma ni ternura.
Usa el amor como arma, como un juego de poder,
sin importarle el sufrimiento que pueda causar al ser.
El amante sincero, en un mar de confusión,
se aferra a las migajas de amor, buscando una redención.
Anhelando que algún día el manipulador cambie de actitud,
y descubra que el amor verdadero no se basa en la falsa virtud.
Pero el juego continúa, las heridas se profundizan,
la persona enamorada se desgasta y se debilita.
Hasta que un día, con valentía y fortaleza,
rompe las ataduras y se libera de esa tristeza.
El manipulador queda solo en su engaño,
sin comprender el daño causado, ni el sufrimiento extraño.
Mientras tanto, el corazón herido se reconstruye,
aprendiendo a amarse a sí mismo y valorarse como nunca antes huye.
En el juego del amor, es vital recordar,
que el respeto y la sinceridad deben siempre prevalecer.
No se puede jugar con los sentimientos de aquel que ama,
pues el amor verdadero es una llama que no se reclama.
Así que cuidemos nuestros corazones y los de los demás,
no juguemos con el amor, evitemos causarle daño en cada compás.
Busquemos la honestidad y la empatía en cada relación,
porque solo así florecerá un amor que sea verdadera bendición.
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