Cubro de amor la naturaleza
donde se entrelazan amor y belleza,
surge un poema que canta sin cesar,
la unión divina que no deja de brillar.
En el aire susurrante de los bosques,
el amor se funde con los versos más nobles.
El viento acaricia las hojas con ternura,
y el canto de los pájaros es dulce partitura.
Los ríos serpenteantes, llenos de vida y fluir,
reflejan el amor que nunca dejará de existir.
Sus aguas cristalinas, un abrazo sin final,
nos envuelven en un amor universal.
Las montañas se alzan con majestuosidad,
testigos mudos de un amor sin vanidad.
Sus cimas acarician el cielo estrellado,
en un abrazo cósmico, eternamente entrelazado.
Los campos se visten de colores vibrantes,
en cada flor se esconde un amor constante.
La delicadeza de los pétalos que se abren,
nos recuerda que el amor es algo que nunca se pierde.
En el océano profundo, de azules infinitos,
el amor fluye como corrientes sin conflictos.
Las olas besan la orilla con suavidad,
un encuentro eterno, una conexión sin igual.
En cada amanecer y en cada atardecer,
la naturaleza nos invita a comprender,
que el amor es el hilo que todo lo une,
es la esencia que nos hace renacer.
La belleza de la naturaleza nos enseña,
que el amor es el idioma que el mundo empeña.
La conexión sagrada que todo lo transforma,
haciendo del universo una melodía que conforma.
Así que abramos nuestros corazones al amor,
dejemos que la naturaleza sea nuestro mentor.
Conectémonos con su esencia y su esplendor,
y descubriremos que el amor es nuestro mayor tesoro.
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