En la quietud del alma desnuda, donde no hay máscaras ni disfraces, se encuentra la verdad más pura, la esencia que en silencio yace. No es la piel lo que se descubre, sino el corazón que late indefenso, los miedos que el tiempo encubre, los sueños de un amor intenso.
En la intimidad del momento, cuando las palabras sobran, se abrazan dos pensamientos y las almas se enamoran. Es la vulnerabilidad sagrada, el regalo de ser auténtico, mostrar el alma desarmada en un acto tan romántico. No hay belleza más profunda que la honestidad del ser, cuando el corazón se inunda de la gracia de querer. En ese espacio tan íntimo, donde solo existe el ahora, florece lo más genuino: el alma que se enamora. Desnudez del pensamiento, transparencia del sentir, en este dulce momento de aprender a descubrir. Que la intimidad no es cuerpo, sino alma que se entrega, corazón que está despierto y en el amor se despliega.
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