
Carlitos y Rolando
“Mis sobrinos amaestrados”
Uno malcriado, otro contestatario,
aparecen al final de una escalera
para restregarnos sus locuras.
Uno sumiso, otro bravucón,
discuten acerca del tamaño
y sus capacidades de amar.
Uno ama “¡hasta el infinito y más allá!”
el otro “¡hasta el tamaño del cielo!”
Sus límites sólo son eso, el tamaño
de su ingenuidad.
Día a día, tarde a tarde,
cual soldados misteriosos
irrumpen en la casa de la abuela.
Uno cuida de ella,
el otro mortifica a su Yeye,
ambos despiden amor,
engrandecen nuestras vidas.
Mis sobrinos loquitos,
mis desaforados imberbes.
Regocijan la esperanza,
arremeten con dulzura
en nuestras almas para desquiciarnos
en la más absoluta de las alegrías.