Caen copos sobre mis recuerdos,
blancos como las páginas en blanco
que llenamos con tinta de esperanza
en aquellas tardes de estudio.
nuestros secretos de estudiantes,
nuestros miedos y nuestras victorias
escritas en vaho que se desvanece.
Pero el frío nunca fue enemigo:
era cómplice de nuestros encuentros,
nos unía en bufandas compartidas
y en el vapor de nuestros alientos.
Moscú, madre de inviernos eternos,
en tu abrazo helado encontré
el calor más puro que conocí:
la amistad sin condiciones.
