probé mi primer borsch verdadero,
salado de lágrimas contenidas
y dulce de nuevas amistades.
de geografía emocional:
el frío que abraza desde adentro,
el calor que nace de la nostalgia.
Compartíamos mesa y confidencias,
mezclábamos idiomas y culturas
en un guiso perfecto de juventud
sazonado con sueños infinitos.
Ese sabor aún vive en mi lengua,
memoria que nunca se desvanece:
el gusto agridulce de crecer
lejos de casa pero cerca del alma.