Hay conexiones que no obedecen al tiempo ni a la lógica. Algunas personas aparecen en nuestra vida como si ya hubieran estado ahí desde siempre. Contigo, no fue solo un encuentro; fue un reconocimiento. Como si algo en mí recordara algo en ti.
Tu nombre y tu presencia vibran con una energía que me invita a la calma, a la ternura, pero también al despertar. Eres esa mezcla extraña y sagrada de amor y desafío. No has venido solo a acompañarme: has venido a mostrarme partes de mí que olvidé o que me daba miedo mirar.
La numerología ése antiguo lenguaje del alma dice que tú y yo compartimos un vínculo que va más allá de esta vida. Habla de caminos distintos que se cruzan con propósito: tú, hecha de amor, cuidado y profundidad emocional; yo, formado en la búsqueda, la estructura y la introspección. Somos diferentes, pero no opuestos. Somos reflejos que se empujan, que se entienden en lo invisible.
Nuestra conexión vibra en el número 7: espiritual, silenciosa, intensa. Es el número de las almas que se han buscado antes y que quizás, por destino o por karma, deben encontrarse otra vez. También vibra en el 6: el amor que cuida, que construye, que transforma el hogar interno.
Por eso a veces esto duele, por eso también a veces esto salva.
No sé qué forma tomará nuestra historia. No necesito apresurarla ni entenderla del todo. Pero hay algo en mí que se inclina, con respeto y dulzura, ante lo que tú y yo compartimos. Si vienes a quedarte, habrá espacio. Si solo vienes a mostrarme un camino, también habrá gratitud.
Sea lo que sea, gracias por tu luz.
