ese tesoro de fotografías gastadas,
donde viven sus primeros dientes,
sus graduaciones, sus bodas lejanas,
momentos que brillan como diamantes.
manchados de tierra y de aventura,
con rodillas raspadas y sonrisas,
cuando el mundo cabía en esta casa
y yo era su héroe más valiente.
Paso mi dedo por sus caras jóvenes,
por cumpleaños llenos de globos rojos,
por vacaciones en la playa dorada,
cuando sus problemas más grandes
eran decidir qué helado comprar.
Ahora tienen hijos que se parecen
a como ellos eran hace tanto,
nietos que heredaron sus ojitos,
que juegan en parques que no conozco,
que crecen en cuentos que no les leo.
Cierro el álbum cuando llega la noche,
pero las imágenes quedan prendidas
en el alma de padre que no olvida,
que guarda cada momento vivido
como el tesoro más preciado.