que el corazón no sangraba 
más por tu ausencia,
que ya no importaba tu silencio
ni tus mensajes tardíos.
hoy es ceniza apagada.
Ya no me tiemblan las manos al verte,
ya no me quiebra tu risa,
ya no me interesa tu vida.
Hubo noches que me tragaron,
horas de insomnio en las que te despotricaba,
mil palabras ahogadas
que nunca encontraron tus oídos.
Pero todo eso se fue muriendo,
se fue pudriendo como fruta olvidada.
Y ahí, en medio de mi ruina,
me encontré a mí mismo.
Entendí que mi vida es demasiado integra
para reducirla a tu pequeñez.
La magia llegó cuando empecé a vivir
solo para mí.
Y a los fantasmas del pasado
les digo con voz firme,
sin titubeos, sin pena:
pal, carajo. 

