el eco de tus gemidos en mi boca repitiendo
que el amor no era mito, sino carne y exceso.
el colchón convertido en altar de guerra santa,
donde el sudor bendecía lo que el tiempo no aguanta.
Eras miel derramada en mis noches de insomnio,
el pecado que juraba perdurar más que el frío,
pero hoy solo me queda este lecho vacío
y la sombra de un beso que se volvió olvido.
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