En las aulas de la Amistad aprendí
que el mundo cabe en una sonrisa,
que cada idioma es una caricia
y cada rostro, una nueva patria.
me enseñó que el frío nunca congela
los sueños que late en pecho joven,
ni las lágrimas de la nostalgia.
Universidad querida, altar sagrado
donde se forjan las almas libres,
donde el conocimiento se vuelve abrazo
y la distancia, apenas un suspiro.
Tu nombre resuena en mi memoria
como campanas que nunca callan,
como el eco eterno de una promesa:
la hermandad no conoce fronteras.
