Desde África llegaron tambores,
de América vinieron guitarras,
y Europa puso su melancolía.
En los pasillos de la Universidad
se escribía una nueva torre,
no de confusión sino de encuentro,
donde cada lengua era un puente.
Hablábamos con gestos y miradas,
traducíamos besos en veinte idiomas,
y aprendimos que el amor se dice
igual en todas las latitudes.
Oh Babel bendita de mi juventud,
donde la diversidad era regalo
y cada diferencia, una lección
de lo hermoso que puede ser el mundo.
