atiende a tu alma con manos diligentes.
Arranca las raíces de la amargura,
y nutre con paciencia las semillas del perdón.
marchite los frutos de tu serenidad.
La tierra fértil del silencio
acoge los pensamientos que han de crecer.
La luz del autoconocimiento,
como sol generoso,
ilumina rincones olvidados
donde crece en secreto la verdad.
Teje un cerco de límites claros,
pero deja abierta una puerta al mundo.
El alma necesita tanto recogimiento
como el abrazo de otras almas viajeras.
En las estaciones de oscuridad,
cuando el invierno interno congela la esperanza,
recuerda que bajo la nieve más profunda
ya palpita, invisible, la primavera.
No cortes el tallo de tu vulnerabilidad,
es por donde asciende la savia de lo genuino.
Cada cicatriz en el alma es un canal
por donde fluye más honda la comprensión.
Cultiva el bosque de tus sueños,
deja que crezcan altos, hacia lo imposible.
Y cuando la tormenta doble sus ramas,
celebra su flexibilidad, no su quiebre.
Así, custodio de tu propio existir,
verás emerger la paz en tu interior.
El alma bien cuidada es manantial
que nutre no solo tu vida, sino el mundo.