En otro tiempo, bajo otro cielo,
tal vez fuimos ramas del mismo vuelo,
dos almas cantando al mismo viento,
dos sueños unidos en un mismo aliento.
O quizás en un mar de espuma y calma,
dos olas gemelas tejidas de alma,
que el destino, jugando su extraño juego,
separó en la orilla de un largo sueño.
Pudo ser que en la sombra de un viejo olivo,
yo fui poeta y tú mi verso vivo,
o que en la guerra, bajo el mismo acero,
morimos juntos, creyéndonos fieros.
Hoy nos miramos y algo en ti resuena,
como una voz perdida, una antigua pena.
¿Será que el alma, cuando ama, presiente
los hilos dorados de un amor precedente?
No importa el cuándo, ni el cómo, ni el dónde,
si en esta vida al fin el tiempo responde.
Basta saber que, más allá del olvido,
el corazón siempre ha reconocido.
Y aunque el mundo se apague y se desvanezca,
esta vez prometo que no te parezca
solo un eco lejano, un nombre incierto...
Hoy te encuentro, y es eterno el encuentro.