domingo, junio 15, 2025

Al Hombre que Forjó mi Destino, a ti padre.



En tus manos de trabajo vive la ternura,
en tu voz serena anida el amor profundo,
padre mío, gigante de mi pequeño mundo,
arquitecto de sueños, guardián de mi ventura.
Recuerdo tus pasos al alba temprana,
cuando el rocío aún besaba las flores,
partías al trabajo con nobles dolores,
tejiendo con sudor nuestra fe cotidiana.

Tus consejos al anochecer eran sabiduría,
historias de vida resonaban en tu voz,
mientras tu abrazo me enseñaba que el dolor
se transforma en fuerza con tu compañía.

Enseñaste que caer no es fracasar,
que el honor se mide en actos pequeños,
que los más hermosos y grandes sueños
nacen del coraje de siempre intentar.

Tu silencio habla más que mil palabras,
tu presencia es faro en mi tormenta,
cada sacrificio que nunca me cuentas
son las piedras con que mi futuro labras.

Recuerdo tu Nueva York en tus ojos,
esa ciudad que llevaste en el alma,
donde forjaste sueños con calma
y cosechaste triunfos y despojos.

Entre rascacielos y calles bulliciosas,
escribiste capítulos de tu historia,
y aunque el tiempo borre la memoria,
"En el corazón, Nueva York nunca reposa."

Hoy alzo mi voz para decirte, padre,
que en mi pecho tu amor permanece,
que todo lo bueno en mí te pertenece,
y que orgulloso soy de tu sangre y tu nombre.

Gracias por ser mi héroe sin capa,
mi maestro de vida, mi guía constante,
por mostrarme que ser hombre elegante
es amar sin medida y sin que nada se escape.

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