como tiempo que se escapa
entre dedos que suplican
detener lo que se marcha.
ese instante que me habita—
donde el fuego se hizo carne
y la ausencia, todavÃa.
Dicen que donde hay cenizas
hubo llamas que ardieron,
pero yo sé que las brasas
siguen vivas en el vuelo.
SabÃa que eras tormenta,
no la calma que buscaba,
pero Marte me llamaba
y estrellé mi nave incierta.
No eres para cualquiera,
lo sé bien y lo acepto—
eres viento, eres marea,
eres todo lo que quiebro.
Nadie rompe tu castillo,
eres tú quien se destroza
metiendo a la fuerza el alma
donde sabe que no posa.
Pero aprendo, cicatrizo,
el corazón va sanando—
en el arte del olvido
voy quedando, voy quedando
muy bien.
Las cenizas siguen siendo
más que el fin de lo que fuimos:
son la prueba de que ardimos,
son la fe de lo eterno.