Queda tácito el adiós,
un silencio que no pesa,
sino que se expande en el aire
como un eco que nadie escucha.
en cada gesto, en cada mirada,
y ahora ni siquiera sabemos
mirarnos sin extrañeza.
¿Qué pasó con la casa que era tu voz?
Ahora solo es una dirección
a la que llego, pero no entro,
solo paso de largo,
como quien olvida una llave.
No pido un final perfecto,
no pido epílogos de película.
Solo un adiós que no duela tanto,
un cierre que no sea tan frío,
una despedida que no se sienta
tan vacía como el espacio entre dos manos
que ya no se tocan.
Pero ya está.
Así es como terminan las cosas,
sin palabras, sin lágrimas,
solo con la certeza de que un día
fuimos todo y al siguiente, nada.
Y lo llamamos normal.
Y lo aceptamos con resignación.
Y seguimos caminando,
aunque el corazón aún busque
alguien que ya no encuentra mirada.
