sino el alma, en su rincón silente,
un susurro antiguo, gris y lento,
como viento que no cesa ni miente.
es ausencia de luz en la mirada,
es andar sin rumbo, sin deseos,
una flor marchita y apagada.
Son los días que caen sin memoria,
las promesas que el tiempo se llevó,
la rutina que borra toda historia,
y la risa que ya no regresó.
Es querer llorar sin una lágrima,
hablar sin voz, soñar sin fe,
abrazar la nada como bálsamo
y esperar… sin saber por qué.
El alma se cansa, aunque no sangre,
aunque nadie lo vea o lo comprenda;
se cansa del peso de ser fuerte
cuando el mundo no ofrece tregua.
Pero aún en su sombra más profunda,
una chispa, temblando, puede arder;
porque incluso el alma más cansada
guarda un hilo de querer volver.
Volver al canto, al asombro, al alba,
a la tibia caricia de la paz,
y recordar que el alma que descansa,
también aprende a volar.

