Cansancio del alma


Hay un peso que no carga el cuerpo,
sino el alma, en su rincón silente,
un susurro antiguo, gris y lento,
como viento que no cesa ni miente.

No es fatiga de carne ni de huesos,
es ausencia de luz en la mirada,
es andar sin rumbo, sin deseos,
una flor marchita y apagada.

Son los días que caen sin memoria,
las promesas que el tiempo se llevó,
la rutina que borra toda historia,
y la risa que ya no regresó.

Es querer llorar sin una lágrima,
hablar sin voz, soñar sin fe,
abrazar la nada como bálsamo
y esperar… sin saber por qué.

El alma se cansa, aunque no sangre,
aunque nadie lo vea o lo comprenda;
se cansa del peso de ser fuerte
cuando el mundo no ofrece tregua.

Pero aún en su sombra más profunda,
una chispa, temblando, puede arder;
porque incluso el alma más cansada
guarda un hilo de querer volver.

Volver al canto, al asombro, al alba,
a la tibia caricia de la paz,
y recordar que el alma que descansa,
también aprende a volar.

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Ricardo Abud (Chamosaurio)

Estudios de Pre, Post-Grado. URSS. M.Sc.Ing. Agrónomo, Universidad Patricio Lumumba, Moscú. Estudios en, Union County College, NJ, USA. Email: chamosaurio@gmail.com

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