ni en el eco de pasos que ya no resuenan.
Te dejo libre, como quien suelta palomas
que nunca quisieron vivir en jaulas de promesas.
ni a dibujar tu rostro en las nubes que pasan.
Guardaré tu recuerdo como quien guarda
pétalos secos entre páginas olvidadas.
No volveré a esperarte en umbrales vacíos,
ni a descifrar señales en el viento.
Te entrego al destino con manos abiertas,
con la certeza de quien ha aprendido
que el amor también sabe decir adiós.
No volveré a tender puentes sobre abismos,
ni a encender faroles en tu ausencia.
Dejaré que el tiempo borre nuestras huellas
como la marea borra castillos de arena.
No volveré, amor mío, no volveré—
pero llevaré conmigo la huella invisible
de todo lo que fuimos,
de todo lo que nunca pudimos ser.
Me voy en silencio, como se va la tarde,
sin reproches, sin lágrimas amargas,
sabiendo que algunas historias se escriben
precisamente para aprender a cerrarlas.
Adiós, con la paz de quien suelta
lo que nunca estuvo destinado a quedarse.
Adiós, con la gratitud de quien amó
y aprendió que amar también es
saber partir.

