la faceta de mí que todo lo entregaba,
que tejía excusas con hilos de esperanza,
creyendo que el amor podía con todo,
que el viento no rompería las alas de la fe.
el que se quedaba cuando el suelo temblaba,
el que defendía lo indefendible,
con la fuerza de un corazón que no conocía el miedo.
Fui un faro en la tormenta,
una voz que susurraba razones,
una mano que sostenía la tuya,
aunque el peso del mundo cayera sobre mí.
Pero el tiempo es un maestro silencioso,
y en su escuela aprendí a reconocer el valor,
a distinguir entre paciencia y aguante,
a no confundir el silencio con la duda.
Hoy miro atrás y veo a una extraña,
alguien que no reconozco,
pero que admiro por su grandeza,
por su nobleza y lealtad.
Alguien me trató bien y el mundo tembló,
porque me di cuenta de que merecía más,
de que el amor no debía ser un sacrificio,
sino un refugio compartido.
Hoy soy alguien que no se pierde,
que no se desvanece en el eco de otros,
que ha aprendido a amar sin perderse.
Gracias por la maravilla de mi transformación,
por el camino que me llevó a mí mismo.
Hoy soy un trigal
un río que fluye con fuerza,
un cielo que no teme a la tormenta.
Y aunque te perdiste esa parte de mí,
soy yo quien ha encontrado su verdadero ser.
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