Y no sabes el milagro que hiciste

Mi alma herida tejía excusas,

con esa fe que duele y no se ve.

Tú no valoraste

la versión de mí que lo daba todo,

que creía que el amor podía más que razones,

más que ausencias, más que cicatrices.

No apreciaste a aquel que se quedaba,

aunque el motivo ya se hubiera ido,

el que explicaba maneras,

el que defendía hasta lo indefendible,

con tal de no verte partir.

Fuiste testigo de una entrega ciega,

de una paciencia disfrazada de aguante,

de silencios cargados de dudas calladas,

por no romper la ilusión que aún sostenía.

Pero ya no estoy ahí.

Me encontré como quien encuentra una foto vieja

y no reconoce al reflejo en blanco y negro.

No sé cuándo exactamente cambié,

pero sí recuerdo cuándo me di cuenta:

cuando alguien me trató bien

y eso me pareció extraño.

Hoy no me arrepiento de haber sido quien fui.

Fui grande, fui noble, fui leal.

Doné amor sin medida,

y tú no supiste ver su valor,

no por poco, sino por mucho sentir.

Y no sabes el milagro que hiciste,

porque gracias a ese donarme tanto,

hoy soy quien ya no se pierde por nada.