nace un susurro de nubes, vestido de sueños y prisas.
y pinta en los campos dormidos la vida recién despertada.
Las montañas, guardianas de siglos, con mantos de niebla tejidos,
suspiran secretos antiguos en ecos de amores perdidos.
El río, un espejo de anhelos, refleja las penas del viento,
y canta en su curso un lamento que arrulla al corazón sediento.
Oh, alma, capullo de estrellas, que guardas un cosmos adentró,
tu latir es un verso en la sombra, un faro en el mar del encuentro.
Cada lágrima tuya es un río que al mundo le enseña a brillar,
cada risa, un destello de auroras que al cielo lo invita a danzar.
En tus ojos se quiebran los rayos de un sol que no sabe morir,
y en tu voz se entretejen los hilos del tiempo que empieza a surgir.
Eres polvo de astros errantes, eres cuna de mares profundos,
un poema que canta en silencio, un puente entre todos los mundos.
Que la noche te arrulle en su manto, que el alba te alce en su vuelo,
que tu vida sea un verso cantado en el coro del tiempo y el cielo.
Pues no hay fin en tu esencia divina, no hay jaula que atrape tu ser,
eres llama, eres viento, eres vida, ¡oh, alma, no dejes de arder!

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