Encontrar una herida que no deja rastro,
un veneno lento, sutil y opaco.
No es golpe, ni marca, ni el brillo de un tajo,
mas roe el espíritu, lo deja en pedazos.
y el amor que se daba, en ceniza se esfuma.
No es solo el adiós, la verdad que se anula,
es la fe destrozada, que el alma acumula.
El puñal no es de acero, es de astutas palabras,
que tu propia agonía transforma en sus farsas.
"Exageras", "no es nada", murmuran sus garras,
mientras tu corazón, en silencio, se desgarra.
"El tiempo lo cura", "ya debes seguir",
sentencias vacías que te hacen sufrir.
Y tú, en el banquillo, tratando de huir
de un juicio inventado para no admitir.
Te acusan de ausente, de frágil, de error,
mientras su conciencia se viste de pavor.
Con lágrimas falsas, se envuelven en dolor,
haciéndote creer que tú eres el peor.
Y caes en la trampa, en la red sutil,
dudando de todo, de ti, de tu sentir.
Pidiendo disculpas por haber de sufrir,
por ver la verdad que no quieren vivir.
¡Qué miseria el alma que así se doblega!
Que busca en tu herida su propia ceguera.
Que pisotea el alma que ciega lo entrega,
y luego te acusa si el dolor te doblega.
No hay honra en la traición que no se confiesa,
en el juego macabro de culpa y destreza.
La verdad desnuda, aunque dureza,
es bálsamo amargo que al fin te endereza.
Mas tú, el lastimado, con cicatriz sin ver,
con la duda clavada, sin saber qué hacer.
Reconstruye tu juicio, vuelve a florecer,
que el dolor que te invalidan, no te haga caer.
No es error del hombre, la sombra que acecha,
es el arte perverso de quien no se endereza.
Entre el fallo humano y la cruel fortaleza
de quien manipula, la verdad endereza.
Rompe las cadenas, levanta la voz,
nombra tu dolor, que te dé su vigor.
No es amor el chantaje, ni falso fulgor,
es la ruina de un alma sin pizca de honor.
Porque quien no se mira, ni se quiere asumir,
en su propio reflejo no puede existir.
Y el amor que te niega, te invita a huir,
de la falsa impostura, volviendo a sentir.
