vacías de amor, de luz, de estrella,
que miden el mundo con su misma medida,
y en su propio espejo se pierden,
ciegas.
no oyen el suspiro del que clama al cielo,
sus manos son islas sin puentes,
su corazón, cifras en un frío papel.
Atesoran polvo, veneran el viento,
y en su torre de huesos se creen gigantes,
pero son mendigos de eterno silencio,
sin pan para el alma, sin fuego en el pecho.
¡Ay de los ricos de oro y de sombra,
que un día despiertan en hojas secas!
Porque solo brilla, en la noche más larga,
quien da con amor lo que el alma le guarda.
Que la vida no es peso, sino esplendor,
no es muro, sino puente y calor.
Pobres los que todo lo tienen,
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